Escribo este post desde El Paraiso. Mirando al mar, en un pueblito blanco cuajado de buganvillas e hibiscus, al sur de España. Aunque habrás visto ya algúnas fotos en mi cuenta de Instagram, te lo contaré todo en unos días. Bruno duerme y Berta pinta a mi lado, y yo estoy escribiendo con papel y pluma porque me he olvidado el ordenador. No recuerdo un momento así desde hace cuatro años. Creo que cinco, durmiendo la siesta en este mismo jardín unos días antes de nuestra boda.
Pero no empecé así la semana. Mi lunes amaneció en Madrid, con una lista de tareas por las dos caras, mucho calor y más ganas de escapar. Junio no ha sido un mes fácil, el colofón a un curso que nos ha traído muchas cosas buenas, pero en el que nos hemos tenido que adaptar a nuevos horarios y ritmos, rutinas y normas. Hemos celebrado cumpleaños, despedido a amigos y tomado importantes decisiones con el corazón encogido.
Y así, como siempre, corriendo corriendo, atravesando con mi bugaboo las calles de Malasaña, fuí a parar a un pequeño local donde me tomé mi último café antes de las vacaciones, repasé mi lista de tareas y me salté la operación bikini sin premeditación y con alevosía.
Desde fuera me llamaron la atención las tartas, pero al ver el apfelstrudel no pude resistirme. Acompañando al café nos ofrecieron dos mini croissants que Bruno se zampó sin que me diera tiempo a fotografiarlos.
Bruno y yo sólo estuvimos un momento, ya sabéis, mis desayunos express… y salimos volando a seguir haciendo recados, pero me quedé con ganas de probarlo todo. ¡Pasaremos a la vuelta!
Y tu, ¿eres tan panero como nosotros?
Siiii!!! Yo soy de las tuyas…bugaboo en marcha y a recorrer calles lara encontrar tesoros con olor a café y caprichos para saltarse la dieta….