Ya estamos en otoño, y te traigo un plan genial para estos días de buen tiempo: un pícnic inspirado en Pínterest, a la caída de la tarde.
No me resisto a volver a hablarte del pueblo. Hemos pasado unos días allí, y aunque hemos tenido de todo, no deja de ser nuestro refugio. Pronto habrá setas y hojas secas, pero estos días ha hecho tiempazo y hemos recogido moras. Como siempre vamos a contracorriente, el pueblo estaba casi vacío, sin niños, sin gritos y sin bicis. Hemos dormido (casi) seguido y nos hemos despedido de las pipas y de las moscas.
El pueblo vacío tiene un encanto especial, pero no he podido evitar acordarme de todo lo que me ha dado el pueblo este verano, como cada verano, con su gente. Cada mes de septiembre, cuando vuelvo a Madrid, me da una punzada de soledad en las costillas. Me encanta el bullicio de la ciudad y soy feliz paseando con los niños por el centro, pero los primeros días me da ansiedad la Gran Vía y Malasaña me parece anónima. Sólo en el pueblo conozco cada cara que me cruzo, y debe ser que esto me relaja…
Los últimos días de verano, aprovechamos para hacer un pícnic con unos amigos. A nosotros nos encanta comer en el campo, y cualquier excusa es buena para preparar una merienda.
Pero ésta no era una merienda cualquiera. El pueblo y su gente…Rosamari, La Rosamari, es especialista en ponerlo todo bonito. Estilosa como ninguna, igual te prepara un album de fotos personalizado que un cumpleaños temático. Y la otra Rosa, una rubia que combina energía y dulzura a partes iguales, hace las galletas caseras más deliciosas que puedas imaginarte. Bonitismo, café y cookies de chocolate y pasas. ¿Se puede pedir algo más? Además, nos acompañaba Emilio, mi amigo del alma, con el que he peregrinado a Santiago y a Amritsar, con el que he visitado Bombay y Dharamsala, con el que he vivido aventuras que darían para otro post, o dos…
Berta estuvo cocinando toda la hora de la siesta, emocionada que estaba. Lo que más ilusión le hacía era llevar su cesta de pícnic. Como aún hacía calor, fuimos a última hora de la tarde y la luz era mágica. Rosamari nos preparó un rincón digno de Pinterest, decorado con guirnaldas, y mantas de colores. Botes de cristal para la leche y las galletas, servilletas y platitos de todos los colores, y hasta vasos térmicos para mantener el café templado… Todo estaba cuidado al detalle. Rosamari tiene su taller en Barcelona y sólo me da pena ternerla tan lejos, porque sé quién me ayudaría con los cumples de los niños y otros saraos en los que me meto…
Las galletas de Rosa…mmmm. Las galletas de Rosa sí que merecen post aparte. Me ha prometido la receta, ¿Te gustaría conocerla? ¿Te animas a planear un pícnic pinterest antes de que cambie el tiempo? ¡Feliz comienzo de semana!