No sé a vosotros, pero a mi hay pocas cosas que me den tanta rabia como comprarle algo a los niños, con toda mi ilusión, y no acertar. Comprar un juguete y que no le hagan ni caso, que la calidad sea peor de la que imaginabas, o que el ruido que emite sea tan espantoso que acabas guardándolo tu bajo llave. Reconozco que como padres primerizos, con Berta nos pasó más. Cuando cumplió un año, le regalamos un triciclo de lo más aparatoso, pensando que con él iba a poder empezar a moverse por sí misma, ¡qué ilusos!. Nunca llegó a los pedales, era incapaz de girar el manillar, y el palo que servía de guía era todo menos ergonómico. Un desastre. Desde aquel primer cumpleaños todos hemos aprendido algunas cosas, y casi tres años después, cuando buscábamos un triciclo para el segundo cumple de Bruno, lo teníamos mucho más claro: necesitábamos el patín evolutivo perfecto.
Pero, ¿qué es un patín evolutivo? Pues se trata de un patinete que crece con el niño, por lo que la vida del artilugio es más larga. Teoricamente, se puede usar desde sus primeros pasos (alrededor del año), hasta los seis aproximadamente, cambiando las posiciones. Al principio, los más pequeños van sentados en un pequeño asiento, y pueden avanzar con los pies. Si se cansan, tú puedes ayudarles con un palo guía que llevan detrás, así como cuando necesites rectificar su rumbo. A medida que crecen, el asiento deja paso a un patín de tres ruedas convencional.
Llegado el momento, hice un estudio a pie de parque (en el que ganó por goleada el Mini Micro) y por internet, donde descubrí que Globber, la marca del amado patinete de la mayor, también tenía un 5 en 1, un patín evolutivo como el que estábamos buscando. Berta había aprendido a patinar, contra todo pronóstico, en un par de días el año pasado, gracias a un Globber que compramos en Decathlon. Sin conocerlo antes, alucinamos con lo fácil que le resultó, gracias a las dos ruedas traseras y el freno, así como el sistema de giro que permite dejar la rueda delantera fija u oscilante, según la pericia del skater. No hay mejor control de calidad que las horas pasadas en la plaza del pueblo, y el Globber lo pasó con nota.
El pequeño de la familia tampoco ha decepcionado. Después de la experiencia del triciclo, me sorprende encontrar un sistema fácil de empujar y que responde a la dirección que quieres darle. Bruno se hizo con él en un rato, le encanta ir avanzando él mismo y consigue girar y solventar pequeños obstáculos, como un bordillo. Es muy fácil de montar y permite quitarle el asiento y transformarlo en un patinete en un segundo, y esta función me encanta, porque me permite llegar al parque muy rápidamente y transformarlo allí, donde tiene menos peligro, para que empiece a patinar él solo “como un nene mayor”. Como ves en las fotos, le hemos hecho el rodaje en la ciudad y en el pueblo. Promete ser lo más deseado del verano.